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Análisis - Trayectorias educativas truncadas en Colombia* - Judith Alzate

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Las trayectorias educativas en Colombia presentan un panorama desafiante, marcado por desigualdades, bajo desempeño académico y desconexiones entre los diferentes niveles de formación del sistema. Estos desafíos afectan principalmente a los sectores más vulnerables de la población, en los que factores económicos, sociales y estructurales limitan el acceso y la continuidad en la educación.

Para enfrentar estas barreras, el Banco Mundial enfatiza en la necesidad de fortalecer la enseñanza desde edades tempranas, con un enfoque prioritario en la lectura y el desarrollo de habilidades socioemocionales. Una educación integral que combine competencias cognitivas y emocionales no solo facilitaría la transición hacia la educación superior, sino que también contribuiría al desarrollo económico sostenible del país, cerrando brechas y generando oportunidades para las nuevas generaciones.

En este sentido, la calidad educativa en Colombia continúa siendo un desafío que impacta directamente las trayectorias académicas de los estudiantes y, por ende, el progreso social y económico del país. Pruebas estandarizadas, como PISA y Saber 11, son herramientas fundamentales utilizadas para identificar esas brechas en el aprendizaje y comparar el desempeño del país en los ámbitos nacional e internacional. Por ejemplo, en la medición PISA de 2022, los resultados evidenciaron que Colombia obtuvo puntajes de 383 en matemáticas, 409 en lectura y 411 en ciencias, ocupando el puesto 64 entre 81 países evaluados, lo que refleja una brecha significativa respecto a los países miembros de la OCDE, ya que, mientras el 69% de los estudiantes en estos países alcanzan al menos el nivel 2 de desempeño en matemáticas, considerado el mínimo necesario para resolver problemas del mundo real, en Colombia solo el 29% logró el mismo estándar.

¿Qué hay detrás de estos resultados?

Las desigualdades socioeconómicas agravan este panorama. En 2017, los resultados de las Pruebas Saber 5 mostraron que el 53% de los estudiantes no alcanzaron niveles satisfactorios en lectura crítica, mientras que en matemáticas la cifra fue aún más alta: el 67% no logró el nivel mínimo esperado. Por otro lado, para 2022 los estudiantes del quintil socioeconómico más bajo obtuvieron un promedio de 352 puntos en matemáticas, es decir, 31 puntos por debajo del promedio nacional, señal de las dificultades académicas asociadas a la falta de recursos y oportunidades educativas. En secundaria las brechas se amplían aún más. Según el informe Panorama de la Educación 2024 de la OCDE, Colombia ocupa el tercer lugar mundial en tasas de repitencia escolar, con un 8,1% en educación básica secundaria (grados sexto a noveno); en educación media (grados décimo y once) la tasa alcanza el 4,8%, superando el promedio internacional de 3,2%.

Las Pruebas Saber 11 de 2024 refuerzan esta realidad. El puntaje promedio nacional fue de 259 puntos sobre 500, con diferencias significativas entre colegios públicos y privados, porque los estudiantes de instituciones privadas alcanzaron 311 puntos en comparación con los de colegios públicos que apenas lograron 252. El rezago es mayor en las zonas rurales, donde el puntaje promedio fue de 235 puntos, frente a los 265 obtenidos en zonas urbanas. Y, siguiendo la transición a educación superior, se muestra una tasa de cobertura nacional en 2023 de 55,38%, con varios territorios muy por debajo de este nivel, y una tasa de tránsito inmediato de 43,1%, demostrando la expulsión del sistema de una parte relevante de la población joven del país, con mayor riesgo en aquellos con vulnerabilidad socioeconómica.

En conjunto, las cifras reflejan una desigualdad en el desempeño de los estudiantes de Colombia en la comparación internacional y su desagregación interna, que persiste por la diferencia de oportunidades de acceso a recursos, formación docente y condiciones de la infraestructura educativa, que afectan estructuralmente la enseñanza de habilidades básicas y tienen impacto en las trayectorias educativas generacionales entre los diferentes niveles de formación, la continuidad y el desarrollo personal y cognitivo de los jóvenes.

La evidencia demuestra que la educación es un pilar fundamental para el desarrollo económico; sin embargo, la inversión pública en Colombia continúa rezagada respecto a los estándares internacionales y resulta insuficiente. Mientras que Colombia destina 2.425 dólares por estudiante, el promedio de los países de la OCDE asciende a 10.000 dólares. Superar esta brecha exige una inversión decidida y sostenida que permita modernizar la infraestructura educativa y fomentar políticas inclusivas, con el objetivo de garantizar un acceso equitativo y una educación de calidad en todos los niveles. Solo de esta manera será posible construir trayectorias educativas sólidas que impulsen el desarrollo del capital humano y contribuyan al crecimiento económico del país.


*Las opiniones expresadas en este espacio no comprometen el pensamiento institucional.

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