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Análisis - Colombia frente al cambio climático, entre brechas regionales y desafíos para la convergencia económica* - Juan Manuel Aristizábal

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Un nuevo estudio sobre los impactos del cambio climático en la economía colombiana alerta sobre un fenómeno cada vez más evidente: los cambios en temperatura y precipitación están afectando de forma desigual el crecimiento económico de los departamentos, y estas alteraciones podrían frenar, e incluso revertir, el proceso de convergencia económica que Colombia había consolidado durante las últimas décadas. El trabajo, que analiza información de crecimiento económico y variables climáticas entre 1990 y 2020 mediante modelos econométricos espaciales, revela que los efectos del clima no se limitan a los territorios directamente expuestos, sino que se transmiten a regiones vecinas a través de redes de comercio, movilidad laboral y cadenas productivas. Este fenómeno, conocido como spillover, amplifica los choques iniciales y contribuye a una mayor desigualdad entre regiones.

Durante las últimas tres décadas, Colombia ha experimentado una reducción progresiva de las brechas económicas regionales. Departamentos históricamente rezagados lograron tasas de crecimiento superiores al promedio nacional, impulsados por inversiones, mejoras en infraestructura y una integración más estrecha con los mercados. Sin embargo, el análisis muestra que las variaciones climáticas amenazan con frenar esta tendencia. Las regiones cuya estructura económica depende de actividades agrícolas y extractivas, en algunos casos con más del 40% del empleo concentrado en estos sectores, enfrentan una vulnerabilidad marcada. En estas áreas, un aumento de un grado centígrado en la temperatura media anual se asocia con una caída de hasta 0,5 puntos porcentuales en el crecimiento del PIB per cápita, un retroceso significativo para territorios donde las tasas de crecimiento anuales oscilan, en promedio, entre el 2% y el 3%.

En contraste, departamentos con economías diversificadas y mayor desarrollo institucional en sectores industriales y servicios consolidados, muestran una capacidad de adaptación superior. Incluso bajo condiciones climáticas adversas, estas regiones mantienen trayectorias de crecimiento relativamente estables, lo que profundiza la brecha frente a territorios más vulnerables.

El estudio también subraya la naturaleza interconectada del impacto climático. Los departamentos que, aunque no experimentan cambios significativos en su clima local, tienen relaciones comerciales y productivas con regiones afectadas, sufren también efectos indirectos. Este contagio económico puede frenar el dinamismo de territorios que, de otra manera, podrían haber sostenido un crecimiento estable. La vulnerabilidad, por lo tanto, no es exclusivamente local, es sistémica y depende de la estructura económica y de las conexiones entre regiones.

Ante este panorama, el informe plantea una serie de implicaciones claves para la política pública. En primer lugar, se hace necesario diseñar planes de adaptación climática que respondan a las particularidades de cada región. No todas las economías locales enfrentan los mismos riesgos ni cuentan con las mismas capacidades para afrontarlos. Las zonas con fuerte dependencia agrícola requieren incentivos para la adopción de tecnologías resilientes, acceso a seguros agroclimáticos y estrategias de manejo sostenible de suelos y recursos hídricos. Las regiones urbanas o industrializadas, por su parte, necesitan integrar el análisis de riesgos climáticos en la planificación de infraestructura y logística, minimizando interrupciones en la producción y el transporte.

En segundo lugar, el estudio destaca la urgencia de fortalecer la cooperación interdepartamental. Dado que los impactos trascienden fronteras administrativas, los planes de adaptación no pueden limitarse a soluciones aisladas. Se requieren proyectos conjuntos en materia de infraestructura, innovación tecnológica y gestión de riesgos, especialmente entre departamentos con vínculos económicos estrechos. Estas alianzas podrían incluir desde corredores logísticos resilientes hasta plataformas de información climática y mecanismos de compensación para mitigar los efectos de contagio.

Otra recomendación central es impulsar la diversificación productiva. Reducir la dependencia de sectores vulnerables al clima no solo es una estrategia de adaptación, sino también una oportunidad para promover sectores de mayor valor agregado, como servicios basados en conocimiento, manufacturas avanzadas y energías renovables. Estas actividades, menos expuestas a choques climáticos directos, pueden convertirse en motores de crecimiento más estables y sostenibles.

Finalmente, el estudio sugiere integrar de manera explícita los riesgos y proyecciones climáticas en la planificación territorial y en los planes de desarrollo. Incorporar escenarios de variabilidad climática permitirá que las inversiones en infraestructura, educación y desarrollo productivo estén alineadas con los desafíos que el país enfrentará en las próximas décadas.

Más allá del desafío ambiental, el cambio climático se presenta como un factor que redefine la geografía económica de Colombia. Sus impactos pueden determinar qué regiones logran sostener el crecimiento y cuáles enfrentan retrocesos significativos. La respuesta, según el estudio, debe combinar estrategias locales con coordinación regional, anticipación y una visión de largo plazo que vincule las políticas climáticas con los objetivos de desarrollo económico. Actuar ahora, de manera planificada y articulada, será esencial para que Colombia proteja los avances logrados en equidad regional y mantenga una senda de crecimiento inclusivo y sostenible.

 

*Las opiniones expresadas en este espacio no comprometen el pensamiento institucional.

 

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