En la vereda donde nació, en Palestina, Caldas, Jairo Ruiz Quintero aprendió a caminar antes que a soñar. Las trochas polvorientas entre la finca de su padre, la escuela y los juegos con sus hermanos, le enseñaron a conocer el mundo a través de los pies. De niño sembraba cultivos, de joven marchó con el Ejército a Cali sin que su madre supiera que esa “ida y vuelta” se convertiría en un año lejos de casa.
Tras su servicio militar, la vida lo condujo a la capital caldense, donde se matriculó en la Universidad de Manizales para estudiar contaduría pública, motivado por un instinto que siempre lo acompañó: el de organizar, llevar cuentas y ordenar el caos. Vendió libros, hizo filas en bancos por otros y pagó recibos ajenos para solventar los suyos. En noveno semestre, una oferta de trabajo como auxiliar en la UManizales fue su punto de inflexión: un inventario de activos mal contados le abrió el camino a una carrera de más de 30 años en la institución que hoy considera su segundo hogar.
Pero Jairo no solo cuenta cifras. Cuenta pasos, alturas y kilómetros. Es montañista, senderista de corazón. Ha subido al Nevado del Tolima, recorrido Boyacá a pie y trazado rutas tan precisas como los balances financieros. Su mente calcula pendientes, tiempos y calorías con la misma disciplina con la que se analizan los estados financieros de una empresa. El camino –ya sea en una finca de infancia, un aula universitaria o una cumbre nevada– ha sido siempre su lenguaje.
Hoy, con más de tres décadas en la universidad, y muchas rutas en la montaña, Jairo camina con la misma certeza con la que suma, resta y proyecta: sabiendo que cada paso, como cada decisión, construye una vida.
