Todos tenemos una marca personal que nos define, cómo nos vestimos, cómo nos expresamos y hasta cómo es nuestro peinado, son aspectos que generan una identidad propia de cada individuo. Y así como en la vida cotidiana, en la política, principalmente, estas marcas ayudan a generar una mejor recordación y reconocimiento público. En este espacio, analizaré el caso de algunas mujeres que se dedican a la política.
Con este texto no pretendo tomar posición desde alguna ideología política, ni juzgar si las decisiones de las figuras de las que hablo fueron acertadas o no. Solo quiero reconocer cómo las mujeres han transformado el paradigma de lo políticamente tradicional con su manera de ser, liderar y comunicar a través de su lenguaje corporal.
En el escenario político mundial ha sido evidente que los hombres han ocupado el poder público mayoritariamente, pero las mujeres han ido conquistando estos espacios, que no se miden por la cantidad que ocupa cargos de decisión, sino, por cómo ejercen el poder, cómo se comunican y cómo se desenvuelven en espacios que históricamente han sido liderados por estructuras patriarcales. Esto no solo por lo que expresan al hablar, sino por cómo lo transmiten con el cuidado propio de su postura y mirada.
En la política actual, si hablamos del ámbito mundial, una mujer que representa con determinación la fuerza femenina es Angela Merkel, ex canciller de Alemania que durante 16 años tuvo la habilidad para liderar con calma, pero con templanza, influyendo en las decisiones de la Unión Europea.
Su estilo sobrio y tranquilo desmonta la idea de que para ser una líder influyente se debe ser ostentosa o grandilocuente como tradicionalmente lo han hecho creer los políticos.
El lenguaje corporal de Merkel proyecta a una mujer que no habla para impresionar, sino para transformar, con su voz serena no se quedó detrás de los líderes mundiales masculinos, ya que asumió su rol con firmeza, sin titubear, y mostrando siempre sus manos al comunicarse. Ejemplo de ello es la foto que circula en redes de la cumbre del G7, realizada en el 2018, que enfoca a una mujer segura que pone sus manos sobre la mesa, mientras mira fijamente al presidente Donald Trump, en un espacio predominantemente masculino. Esta comunicación no verbal de Merkel es la demostración de que el poder puede ser silencioso, pero efectivo.
Y si de empatía se trata, en campaña algunos políticos se adhieren a esa idea, pero solo mientras dura el proceso electoral. Contrario a ello, Jacinda Ardern, ex primera ministra de Nueva Zelanda, nos enseña otra faceta del poder femenino orientada a la empatía y al liderazgo social, ya que tuvo la capacidad de conectar con la gente, no solo en momentos de crisis como el atentado en Christchurch, sino bajo la idea de un liderazgo inclusivo y socialmente responsable. Su comunicación de poder fue con afecto y fortaleza emocional, y esta característica política la convirtió en una insignia para las mujeres más jóvenes, que vieron en ella la opción de ejercer un liderazgo diferente, pues tuvo como principio las luchas colectivas, manteniendo su tono calmado y respetuoso, pero con la convicción de encontrar soluciones priorizando el bien común por encima del enfrentamiento.
Si me preguntan por mujeres que rompen con la estructura política tradicional, pienso en Kamala Harris, la primera mujer, la primera afroamericana y la primera persona de ascendencia surasiática en ocupar la vicepresidencia de los Estados Unidos. Una mujer de presencia firme y decidida, de energía vibrante y de sonrisa transparente, que muestra en sus discursos la templanza que implica tener poder como mujer y seguir luchando en un proceso electoral, dejando el legado de que sí es posible.
El escenario político está cambiando, hoy las mujeres en el poder no solo han alcanzado espacios de decisión, sino que han transformado la manera en que se ha entendido el liderazgo; ellas no solo son mujeres políticas, son referentes de resistencia, de resiliencia, de puestos conseguidos gracias a la lucha de más mujeres en el mundo. En la política, como en la vida cotidiana, todo comunica, desde lo que se dice, hasta lo que no, desde la forma de caminar hasta el cómo se relacionan en su entorno. Las mujeres en la política nos enseñan que se puede ser cálido y firme, y que para llegar al poder no solo se trata de entrar en el sistema, sino de transformarlo desde adentro.
*Las opiniones expresadas en este espacio no comprometen el pensamiento institucional.