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Análisis - Micromachismos: violencias simbólicas contra la mujer* - Ángela López

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Mucho se ha hablado sobre machismo vs. feminismo. Incluso el  artista Ricardo Arjona afirma en una de sus canciones: “Nosotros con el machismo, ustedes al feminismo, y, al final, la historia termina en par”.

Nada más equivocado que igualar ambos términos. No se puede comparar un movimiento que aboga por los derechos de las mujeres con una tara social que las considera “el sexo débil”, y, en el peor de los casos, propiedad de los hombres o un objeto a su servicio.

Aunque la nuestra indudablemente sigue siendo una sociedad patriarcal, se han logrado algunos avances, como el voto femenino, desde lo estructural, y desligar los nombres de las mujeres de los apellidos de nuestros esposos (con ese odioso “de” en el medio, como si les perteneciéramos), desde lo simbólico.

Sin embargo, aún persisten muchas violencias de género estructurales, como los feminicidios, entendidos como asesinatos de mujeres en razón de su género; el uso del cuerpo de la mujer como botín de guerra; el acoso y abuso sexual; y el maltrato verbal, físico, económico y psicológico; entre otras, en las que las cifras son escalofriantes e incomprensibles en una sociedad que presume de ser moderna. Según ONU Mujeres, cada 10 minutos muere una mujer por causas relacionadas con el machismo.

Pero de lo que se trata esta columna es de hablar sobre los “micromachismos”, esas violencias simbólicas que se viven en el día a día y que son casi imperceptibles o normalizadas por nuestra cultura.

Un micromachismo es acusar a las mujeres que defienden sus derechos de “odiar a los hombres”. Parafraseando a la antropóloga argentina Rita Segato, el feminismo no construye a los hombres como sus enemigos naturales, el enemigo es el orden patriarcal, que a veces está encarnado por mujeres. 

Hay múltiples micromachismos asociados a una larga lista de estereotipos de género, entre los que podría mencionar el hecho de que se crea que la mujer es de la casa y el hombre de la calle, o que es ella quien debe ocuparse de sus hijos, la limpieza, la cocina y, quien lo creyera, hasta de su marido.

En relación con esto, resulta curioso que las mujeres se hayan incorporado masivamente al mundo del trabajo pero los hombres no a las labores domésticas y de cuidado. También es curioso que en toda reunión de cualquier índole, familiar, social o laboral, sean las mujeres las que sirven y reparten los alimentos y bebidas, como si les correspondiera por defecto.

Todo ello es algo muy cultural, como los estándares de belleza y los prejuicios que se les impone a las mujeres, aunque es innegable que también los hombres han sido víctimas, cuando se afirma, por ejemplo, que no pueden llorar.

Es la cultura la que, desde que somos niñ@s, nos dice qué tipo de juguetes o color de ropa podemos usar, según el rol estereotipado que debemos seguir. Pero nada más diciente que las afirmaciones que encontramos por ejemplo en la música, cuando escuchamos canciones que hablan de volverse asesino de mujeres o de “darte un par de balazos pa’ que te duela”. 

Siguiendo con los ejemplos, es un micromachismo afirmar que la víctima de violación tuvo la culpa por cómo estaba vestida. Es un micromachismo señalar a la mujer que asciende laboralmente con favores sexuales y no al hombre que pone la condición. Es un micromachismo condenar a la mujer que aborta a su hijo y no al hombre que lo abandona. Es un micromachismo hasta risible que a las reuniones de “padres de familia” asistan solo mujeres.

Es un micromachismo desconocer que son las mujeres las que están muriendo por razones de género y, en fin, podría escribir muchas páginas al respecto, pero de lo que se trata es de hacer un llamado a ser conscientes de estas violencias simbólicas para no seguirlas normalizando y repitiendo. Tal vez así, desde lo simbólico y las pequeñas acciones, podamos algún día derrotar el terrible machismo que ha cobrado ya tantas vidas, no solo las de las mujeres, también las de niños y niñas que son asesinad@s por sus propios padres como una nueva e infame forma de violentar a sus mamás.

 

*Las opiniones expresadas en este espacio no comprometen el pensamiento institucional.
 

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