Hace más de tres décadas, Ana María López cruzó por primera vez las puertas de la Universidad de Manizales. Lo hizo con el ímpetu de quien busca construir un futuro desde el trabajo y el compromiso. Comenzó su historia en la institución como parte del equipo administrativo, sin imaginar que, con el paso del tiempo, no solo transformaría su vida, sino que sembraría aquí el destino académico y profesional de toda la familia.
“Cuando llegué a la UManizales era una joven llena de sueños, con nervios en el estómago y una sonrisa tímida. Tenía muchas ganas de aprender, de aportar, de crecer. No imaginaba que este lugar se convertiría en mi segundo hogar por casi cuatro décadas”, comenta con gratitud.
Durante 38 años, Ana María ha sido testigo de cómo la universidad crece, se renueva y abraza los sueños de quienes la habitan. Desde su lugar ha aportado con dedicación, no solo en lo laboral, sino también en lo humano; es de esas personas que siempre tiene un consejo, una solución o una palabra amable.
Pero lo más profundo de su vínculo con esta alma máter va más allá del trabajo. Gracias a los beneficios educativos que ofrece la institución a sus colaboradores, Ana María vio florecer un anhelo, ofrecerles a sus seres queridos la oportunidad de formarse en la misma universidad que la acogió a ella, no solo en lo laboral, también en lo académico, pues alcanzó el título de pregrado en la Licenciatura en Educación Ambiental y es magíster en educación de esta misma institución, por ello considera que la Universidad de Manizales forma parte fundamental de su historia.
Ana María está próxima a jubilarse, pero lo hace con el corazón lleno. En su historia se entrelazan cuatro trayectorias que tienen un mismo origen: la UManizales. Porque a veces, un solo paso transforma muchos caminos.
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