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Análisis - Los espacios verdes impulsan el rendimiento académico* - Juan Manuel Aristizábal

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El crecimiento acelerado de las ciudades ha reducido de manera significativa los espacios verdes, pese a la amplia evidencia de que estos aportan beneficios en salud, bienestar y cohesión social. Un aspecto menos discutido, pero cada vez más relevante, es su influencia sobre el aprendizaje de los estudiantes. Con base en información detallada de más de 41.000 jóvenes de grado 11 en colegios públicos de Medellín, un estudio analizó por primera vez cómo la presencia de vegetación en el entorno inmediato de las viviendas y de las escuelas se relaciona con el desempeño en las pruebas Saber 11.

La metodología combinó datos satelitales sobre cobertura vegetal con registros educativos y socioeconómicos. Se midió la cantidad de vegetación en radios de 100 y 500 metros alrededor de cada hogar y cada institución educativa, y se estimaron sus efectos en los resultados de matemáticas, lectura, inglés y en el puntaje global. Para evitar que factores como el nivel de ingresos familiares, la educación de los padres o la calidad de las escuelas distorsionaran los resultados, se emplearon técnicas estadísticas avanzadas que aíslan el efecto propio de la exposición a espacios verdes.

Los hallazgos son claros: la cercanía a la vegetación mejora el rendimiento académico, pero no de la misma forma en todos los entornos. La presencia de espacios verdes alrededor de las viviendas tiene un efecto más fuerte y consistente que la de los colegios. En particular, los estudiantes que viven a menos de 100 metros de áreas verdes presentan mejores resultados en lectura y matemáticas, lo que sugiere que el contacto cotidiano con la naturaleza favorece la concentración y reduce el estrés, factores claves para el aprendizaje. En el caso de las escuelas, la vegetación también contribuye, pero sus efectos son más modestos y puntuales.

Un elemento central es la equidad. Los estudiantes de hogares con menos recursos parecen beneficiarse especialmente de la presencia de zonas verdes cercanas, lo que significa que invertir en este tipo de infraestructura urbana puede reducir desigualdades educativas y sociales. En una ciudad como Medellín, donde la distribución de parques y árboles no es homogénea y los sectores de menores ingresos concentran mayores carencias ambientales, esta conclusión tiene un alto valor de política pública.

Las implicaciones son directas. Planear la ciudad con criterios educativos implica entender que el entorno urbano también enseña. No se trata solo de construir grandes parques en puntos centrales, sino de garantizar la existencia de vegetación cercana en los barrios residenciales: árboles en las calles, jardines comunitarios y pequeños espacios verdes de uso cotidiano. Estas intervenciones, de relativo bajo costo, pueden traducirse en mejores resultados académicos y, en consecuencia, en más oportunidades para los jóvenes. De igual forma, resulta estratégico que las políticas educativas y urbanísticas trabajen de manera articulada. Programas conjuntos de “Escuelas y Barrios Verdes” podrían generar beneficios multiplicados en términos de aprendizaje, salud y bienestar.

Los espacios verdes no son un lujo ni un adorno estético de la ciudad. Son un recurso educativo de primer orden. La evidencia de Medellín muestra que invertir en entornos más verdes, especialmente en los barrios donde viven los estudiantes más vulnerables, contribuye a mejorar el aprendizaje y a cerrar brechas sociales. En tiempos en los que la calidad de la educación es un reto central para el desarrollo, la política urbana y la política educativa deben mirar en la misma dirección: sembrar verde para cosechar conocimiento.

 

*Con información del working paper "Greening academic success: the impact of residential and school green spaces on academic performance".

*Las opiniones expresadas en este espacio no comprometen el pensamiento institucional. 

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