Menos motivación por favor
De unos años para acá en mi actividad profesional me he encontrado con un fenómeno, y es que muchas personas “necesitan” estar motivadas para hacer las cosas, para cumplir con sus responsabilidades, especialmente en el ámbito laboral o profesional:
Por esto, muchos de los líderes actuales nos terminamos convirtiendo en motivadores en exceso de los equipos: con pompones, piruetas, canciones, música de fondo, haciendo nuestra labor casi con una nariz de payaso todos los días, cuidando en exceso la manera de comunicarnos con las personas, entrando en una posible “flexibilidad excesiva”, siendo muy permisivos con el resultado, sacrificando muchas veces las expectativas de los accionistas y las metas propuestas para lograr ciertos objetivos, y en ese punto, el responsable de no cumplir con las metas propuestas es el líder, como debe ser, eso sí.
Lo que me hizo reflexionar y preguntarme si ese era el camino a seguir en estos momentos, y la respuesta fue inmediata, definitivamente no.
Recordé unas palabras que escuché en un espacio de liderazgo: “la exigencia es un acto de amor por los demás”, y lo asocié con mi paternidad.
Actualmente tengo una hermosa hija de 5 años, a la cual, por medio de una crianza respetuosa y consiente, le “exijo” ciertas actividades y comportamientos, con el ánimo de construir su carácter para el futuro, temas tan sencillos como mantener su cuarto ordenado, (tampoco debe parecer un almacén de juguetes previo a temporada de diciembre, inmaculado y perfecto), pero si conservar un orden moderado, cepillarse los dientes después de cada comida, y limitar el comer ciertos alimentos en exceso, entre otras cosas…. En ese momento mi postura es amorosa, por medio de mi templanza (templanza: firmeza amorosa), ya que mi compromiso con ella es acompañarla a ser una gran mujer.
Eso mismo pasa con las personas que tenemos a cargo, cuando no los retamos ni les exigimos ser una gran versión de ellos mismos, a desempeñar su labor con profesionalismo y de forma competente, delegando y asignando labores específicas, monitoreando y acompañando las mismas, en realidad les estamos enviando un mensaje errado, este se puede leer como: no confio en tus capacidades, cualidades y competencias.
Desde ese día entendí, que una de las mayores muestras de amor por alguien que trabaja conmigo es invitarlo a ser su mejor versión, por medio de mi acompañamiento, soporte y exigencia.
Juan Sebastián García Gómez
CEO Juanse
Ser para Vender