De duelo en duelo
Marzo 28 del 2022
Las imágenes de la guerra que, tanto en Ucrania como en el resto del mundo (incluyendo a Colombia), se ven en vivo y en directo, no dejan de ser aterradoras, monstruosas y dolorosas. Es que dicen que el mundo siempre ha estado en guerra, ello se refleja en el ansia de poder, en el querer expandir y adueñarse de territorios, en el desear ser los amos.
Quienes consciente e insensiblemente, perpetúan y auspician estas atrocidades, son personas cuyo ego enfermo les impide dimensionar el daño ocasionado. No les importan las consecuencias ni lo que se lleven por delante.
Todas estas imágenes producen pena y desolación, también las respuestas que dan unos y otros ante aquella barbarie que se traduce en el hecho de matar, disparar bombas a refugios, hospitales, edificios ocupados y supermercados. No piensan en el daño y el dolor por las pérdidas, el hambre, la falta de suministros alimentarios, sanitarios y hospitalarios; además del miedo y la desconfianza entre quienes están de acuerdo y los que están en contra de tamaña crueldad.
En poco tiempo, amigos y familiares se convierten en enemigos, esta situación aberrante es narrada en el libro El hombre más feliz del mundo, escrito por Eddie Jaku, un alemán sobreviviente del holocausto y que estuvo privado de la libertad en varios campos de concentración (murió el 12 de octubre de 2021). Él hacía las siguientes preguntas:
- ¿Qué les había pasado a mis amigos alemanes para convertirse en asesinos?
- ¿Cómo es posible considerar como enemigo, a quien había sido el mejor vecino e infundir tanto odio?
- ¿Qué fue de la Alemania a la que tanto me enorgullecía pertenecer?
- ¿Qué pasó con el país donde nací, el país de mis antepasados?
- Éramos amigos, vecinos y compañeros de trabajo, pero de la noche a la mañana nos convirtieron en enemigos acérrimos.
Mientras que las guerras generan atrasos económicos, educativos, sociales, conllevan enfermedades físicas y emocionales, entre otros; los dirigentes que comienzan las guerras, las observan desde sus mansiones, sin que nada les falte, acompañados por sus familias y custodiados por cientos de escoltas, posando en fotografías en cuyos rostros no se asoma ninguna emoción que denote un poco de humanidad o de compasión.
Mientras tanto, los miles de muertos que dejan estas guerras no pueden tener, ni siquiera, un ritual de despedida. Los dolientes lloran y viven sus penas entre el miedo, el despojo, la rabia, la indignación, la frustración, la impotencia y la soledad.
Triste el destino del mundo que no ha terminado de atender a los enfermos por la covid, ni de hacer el duelo por tantos muertos por esa causa; cuando revive la pandemia de los egos, de las ansias de dominio, de los deseos infinitos de perpetuarse en el poder, para condenar a tantos seres humanos a continuar de duelo en duelo.
Publicado originalmente en La Patria Manizales, en marzo 28 del 2022. Enlace de la publicación original.
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