Desabastecimiento mundial y efecto sobre la panadería de la esquina
Una de las grandes preocupaciones de la economía mundial en la actualidad está relacionada con los problemas de la cadena logística internacional. Entre sus principales causas se puede mencionar el reacomodo del sector naviero, que moviliza el 90% de la carga internacional, y el retroceso económico debido a la aún no superada pandemia del covid-19. Toda esta situación se refleja ahora en las filas de barcos alrededor de los puertos en todo el mundo, que esperan poder descargar sus contenedores. La escasez de transportadores para movilizar y evacuar las cargas ha colapsado las cadenas de suministro global y esto genera incumplimientos de los compromisos adquiridos en las transacciones internacionales, reduce la competitividad de las organizaciones, presiona al alza el índice de precios al productor y la inflación mundial y pone en peligro la recuperación de la economía.
Parece increíble que en pleno siglo XXI, después de haber transcurrido varios años de la caída del bloque socialista, y cuando la economía de libre mercado parecía haberse impuesto como el sistema económico predominante, el mundo pase por una de sus peores crisis comerciales que, al parecer, no tiene solución a la vista. Esto ocurre justo en momentos en que la recuperación económica se aceleraba y cuando existen sistemas de comunicaciones e información que permiten hacer transacciones en tiempo real entre compradores y vendedores ubicados en cualquier parte del planeta.
Un modelo de sustitución de importaciones como el propuesto por el gobierno de Carlos Lleras Restrepo entre los años 1966 y 1970, que dio origen a un importante crecimiento de la industria en el país, parece irrealizable por lo menos en el corto plazo, dada la alta dependencia de los diversos sectores económicos con relación a los componentes e insumos importados. La especialización en la producción de aquellos bienes en que los países tienen ventajas comparativas, como las llamará el economista clásico David Ricardo, ha llevado a generar una alta interconexión e interdependencia de los sistemas productivos de los diferentes países, de tal manera que, por ejemplo, las industrias localizadas en las naciones del continente americano dependen del suministro de materias primas e insumos producidos en el continente asiático. Pero esto no solo es válido para el sector industrial, sino también para los sectores primarios como la actividad agropecuaria y minera.
En el caso colombiano, sectores completos dependen de suministros provenientes de China para mantener sus procesos productivos; los sectores agrícolas y pecuarios dependen de suministros importados para poder abonar los cultivos o alimentar los animales, y los desequilibrios en la balanza de pagos han incrementado el precio del dólar afectando la producción y elevado los precios al consumidor final.
El principal efecto que vivirán los consumidores del país será el crecimiento del índice de precios al consumidor, toda vez que los mayores costos que se generan en el suministro de insumos para la producción y la escasez de éstos harán subir los precios de los bienes finales. Esto ya se está viendo reflejado en la inflación del presente año y amenaza con un mayor índice para el año 2022. No importa que los bienes y servicios adquiridos sean producidos en el ámbito nacional o local; casi todos los productos que se consumen en el día a día contienen algún componente importado o algún tipo de relación con los mercados externos que afectan no sólo su disponibilidad, sino también su precio. Un buen ejemplo es el pan de la panadería de la esquina: seguramente su precio se verá afectado por el aumento del precio de la harina de trigo o las margarinas, causado por la alta cotización del dólar y por las dificultades logísticas que afectan el comercio internacional.
Publicado originalmente en La Patria Manizales, en noviembre 23 del 2021. Enlace de la publicación original.
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