Resultados de aprendizaje
Dice Freire en su disertación sobre Pedagogía y Autonomía (1997) que “es en la inconclusión del ser, que se sabe como tal, donde se funda la educación como un proceso permanente”. Es posible pensar entonces que la inconformidad, la inquietud, incluso, la ignorancia, nos impulsan a buscar, constantemente inacabados, la “esperanza”, como también lo reflexiona el pedagogo brasileño.
Pueden hacerse varias conjeturas sobre esa afirmación. Una de ellas es considerar esa repetida justificación del docente que parte de la idea de ‘compartir lo que se sabe’. Y seguir, en consecuencia, una línea que lleva a que esa búsqueda del que aprende se llene con el saber del que sabe. Aunque es tentador pensar en que esa idea de enseñanza podría resolver el posible vacío del ser inconcluso, se centra en un saber céntrico y transmisible, que no se modifica en la experiencia y que no se reconoce como propio.
Es ahí donde las recientes investigaciones de la pedagogía (impulsadas, entre otros, por el mismo Freire) ponen en el centro de la cuestión el saber del estudiante y cómo lo sabe, lo construye, lo reconoce: el aprendizaje que no se gesta como recepción de un conocimiento transferido, sino como gestión de la propia experiencia, de las nociones que se cualifican, de las categorías que conversan con las teleologías y los presupuestos curriculares.
Nosotros mismos, como profes, estamos también inconclusos, inacabados, ojalá siempre en búsqueda esperanzada del aprendizaje. Es esa voluntad la que nos encuentra con el estudiante que comparte nuestra ruta, que coincide en la necesidad de ser, saber y hacer.
¿Qué nos mueve a aprender y a movilizar el aprendizaje de otros? Valdría la pena reflexionarnos desde esa inquietud, como lo propone Freire
Freire, P. (1997). Pedagogía de la autonomía
Dirección Docencia
Una historia particular de nuestros aprendizajes
Mayo 6, 2022
En pleno auge de la pandemia generada por la Covid-19, a finales del año 2020, el Ministerio de Educación Nacional difundió una nueva resolución que modifica las condiciones para que un programa académico universitario recibiera un registro calificado en Colombia. La resolución 021795, de la que seguramente ha oído hablar, profe, o con la cual ya ha sentido leves o profundas angustias, determinó variables clave para la planeación, el diseño y el transcurrir académico.
La expresión que, parece, generó más zozobra, fue (¿o es?): resultados de aprendizaje. Desde ahí nos fuimos a la Unesco y a Aneca, tratando de resolver las dudas que nos generaba esa expresión tan disonante, en apariencia. Tan posiblemente estandarizante, tan ligada al problema de la ocupación y lo que el mercado espera. Tan allá, tan lejos, en supuesto, de una academia moderna, diversa y humana.
Más acá de ver la expresión como una amenaza a la libertad de cátedra y la formación integral, decidimos, desde la Universidad de Manizales, verle como un gran enlace con el mundo de la vida, con las acciones que se despliegan a posteriori de la enseñanza. Como posibilidades de entender para qué formamos a nuestros estudiantes en conexión con una concepción de las competencias como potencia del ser.
Le hemos oído decir al profesor Guillermo Orlando Sierra que los resultados de aprendizaje son lo que el estudiante recuerda cuando se le olvida lo que el profesor le enseñó. Porque somos conscientes que el aula como experiencia es un espacio/experimento, un laboratorio/ágora, un encuentro/ritual, pero que, en ese después del grado, el diploma, la alegría de la culminación de un proyecto, empieza el reto del ser que se despliega tras el paso por nuestras conversaciones.
¿Cómo conversa, profe, con los resultados de aprendizaje? ¿Para qué le sirven y cómo los pone en diálogo con su ser, saber y hacer? Tejamos juntos ese camino.
Dirección Docencia