Cielo Liliana Muñoz Noreña
De la cena de graduación de bachiller -un grado doble porque coincidía con el de su hermano Carlos Arturo- Germán Guarín Jurado recuerda las palabras que su padre les expresó ante los invitados: “Hasta acá los traje, de aquí en adelante es asunto de ustedes. Descansen noviembre, diciembre, incluso la feria, pero después no los quiero ver durmiendo o haciendo nada. Tienen que conseguir trabajo”.
Ese mismo año se fue para Bogotá. Trabajó como mensajero, vendedor y terminó como administrador de un almacén de calzado fino para hombres. Entre zapatos Manhattan, La Corona y Gambinelli, considera haber aprendido a relacionarse con la gente, aunque quienes lo conocen de cerca afirman que sigue siendo un hombre tímido y algo solitario.
Después de esta experiencia regresó a Manizales, y con lo vivido decidió estudiar Filosofía. Carlos Arturo, compañero de grado, hermano, colega en las ventas y un guía en su vida, le sugirió que si iba a ser filósofo ojalá llegara a ser profesor universitario. Inició sus estudios, le agradaba leer y escribir. Vendía calzado a sus amigos para sostenerse y sacaba tiempo para entrenar atletismo, su deporte favorito. Su fisionomía le ayuda. Flaco y con poco pelo, casi aerodinámico.
Se fue inclinando por el pensar la educación, las ciencias sociales, las humanidades, siempre en óptica filosófica. Pero con los años aprendió a escuchar antes de hablar.
Callar es dejar que el silencio hable
La escucha, una de las categorías que más ha conceptualizado Guarín, ha sido un aprendizaje que le ha dejado la vida; afirma que ha vencido su timidez al abrir sus oídos y no su boca. En sus inicios como profe recuerda una experiencia con una estudiante que temerosa levantó la mano y le dijo: “No profesor, con los compañeros hemos hablado, que muy chévere usted y sabe mucho. Que nos está enseñando muchas cosas pero la mayoría no se las entendemos”. La solución que se vino a su mente fue aprender a escuchar más, a dialogar en el aula, no solo a ilustrar. “La escucha es para Mancho uno de los dispositivos básicos en la enseñanza. Cuando uno lo busca como par académico o como compañía tiene una capacidad de escucha insuperable. Posee la habilidad para descifrar los códigos emocionales que uno le da en la conversación y por eso comparte su saber sin dificultad, porque entiende la singularidad de cada persona”, cuenta María Carmenza Grisales Grisales, compañera de trabajo y amiga.
En ese proceso de encontrar su lugar, quienes lo conocen afirman que es un hombre en constante cambio. “Si uno lo mira en la lógica de profesor, nunca repite clase. Cada vez que se encuentra en el aula está creando. Él no es capaz de repetirse”, afirma Guillermo Orlando Sierra, rector de la U. de Manizales. Por esas transformaciones de pensamiento fue que a pesar de haber decidido en algún momento de su vida que no se casaría ni tendría hijos, le llegó el matrimonio por sorpresa a sus 47 años. Un año después nació Julián y a los dos, Alejandra, su hija meno
Para Germán, el matrimonio constituye uno de los mayores esfuerzos de comprensión y entendimiento humano. Los aprendizajes que le ha dejado los ha incorporado teórica, existencial y vivencialmente. Su experiencia como padre ha tenido implicaciones en su rol docente e investigador. “Con Julián y Alejandra me di cuenta que a veces, uno como profesor, tiene demasiados afanes, pretensiones y expectativas; antes, cuando yo pensaba en mis estudiantes, me preguntaba solo cómo les iba a pasar mi conocimiento. Ahora, mi pregunta es cómo me puedo relacionar mejor con ellos”, afirma.
Su intención y decisión es comprender al otro. Desea entablar conversaciones con el pensamiento y crear conocimiento original desde América Latina.
Dialogando con las fuentes del pensamiento occidental, así sea para tomar distancia
Pensar a América Latina se ha convertido para Germán en uno de sus caballos de batalla, siempre con un espíritu académico, no panfletario. Esta lógica ha llevado a que el conocimiento producido por el Centro de Estudios en Conocimiento y Cultura de América Latina –Ceccal, que él lidera, tenga resonancia en Argentina, México, Brasil y España, y cuente con convergencias con centros de pensamiento como el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – CLACSO y el Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina – IPECAL.
El CECCAL congrega una comunidad de pensadores latinoamericanos que han leído el continente desde los colectivos culturales, desde la gente. No solo desde las fuentes que han colonizado el saber sino también desde las epistemologías emergentes: “Le hemos apostado a que no es necesario esperar a América Latina porque ya es pensamiento, es literatura, somos distintas cosmovisiones ancestrales”, expresa Germán.
La producción académica de Guarín Jurado, sus escritos, sus ponencias, siempre se han orientado a la generación de maestros y maestras con pensamiento y capacidad de lectura crítica. Ha logrado consolidar un importante cúmulo de conocimientos alrededor de la didáctica, la pedagogía, la labor docente en clave de diversidad, el currículo. Siempre sin interés de pontificar, porque él, como su pensamiento, es siempre inacabado.
Por esta razón, no resulta posible construir un perfil de Germán Guarín, porque “él nunca se completa, cuando uno cree que ya lo está conociendo, cambia. Lo que dice hoy no es lo que decía hace años, ni lo que pensaba hace un tiempo es lo que piensa ahora del amor o de la vida y muy seguramente no tendrá que ver con lo que pensará mañana”, como afirma un colega.