Margaret Sánchez
Un segundo para revolcarme Me paro, me acuesto, me volteo a un lado y al otro Cierro los ojos, abro los ojos Usted, él, yo. Esto es un juego Papeles escritos… propuestas Un poco aquí, un poco allá ¡Jum! ¡Espere! ¡Espere! ¿Lo hacemos? ¡Lo hacemos! Pues hagámoslo.
Este es el poema que Sindy Johana Carreño, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio Bocacanoa (Dosquebradas, Risaralda), compartió el 2 de noviembre durante el encuentro de CuidArte, el arte de la gestión del riesgo, en el Parque de Villa Carola. Un lugar marcado por la tragedia. El sitio que hoy está rodeado por bloques de apartamentos, canchas sintéticas y árboles que cubren la quebrada Aguazul, el 23 de diciembre del 2011 parecía un infierno. Un movimiento de tierra presionó la tubería del oleoducto de Ecopetrol y la fracturó. Esto ocasionó que el combustible se filtrara a lo largo de la bocatoma de Aguazul y al encontrar un punto caliente generó la explosión que se levó 33 vidas, causó 70 lesionados, 78 casas destruidas y casi 200 afectadas. Gracias al trabajo en comunidad, y con ayuda de Ecopetrol, la zona se recuperó y transmite el mensaje de conocer el territorio que se habita, planificar y gestionar los riesgos que se enfrentan, expresa Helmer Castañeda, líder del barrio Galaxia (Dosquebradas). El Parque de Villa Carola sirvió como escenario de diálogo en las sesiones de la Propuesta de intervención comunitaria e institucional CuidArte, de la Universidad de Manizales y la Universidad de East Anglia (Reino Unido), que también se desarrolla en Manizales y Cazucá (Soacha-Cundinamarca).
La jornada
10:00 a.m. Llegan los 11 líderes de las zonas de Pereira y Dosquebradas, nueve mujeres y dos hombres. Dos de ellas charlan mientras se ejercitan en las máquinas de un parque biosaludable. Los demás se ubican en la cafetería; al fondo se escucha la transmisión de un partido de fútbol. En las canchas sintéticas entrenan deportistas con ilusiones, se escuchan las indicaciones del entrenador y los jóvenes corren de un lado a otro. Llegan los investigadores de CuidArte William Oswaldo Gaviria Gutiérrez y Yenny Paola Agudelo Castellanos. El ambiente es de cordialidad y cercanía. Hablan sobre cómo llegaron, qué transporte utilizaron y si les fue difícil el acceso por las casi cuatro cuadras de vía destapada.
10:39 a.m. Se ubican en un espacio cubierto entre las canchas sintéticas y las de baloncesto. Al frente, los bloques de apartamentos, edificios blancos de cinco pisos y algunas prendas extendidas en las ventanas dan color. Organizan las sillas Rimax blancas en un círculo. Acuerdan la agenda de la jornada: recordar lo que ha surgido durante el proceso, refrigerio, definir los productos que compartirán con la comunidad, almuerzo, conocer la experiencia de Escuela Territorial de Barrios de Ladera.
10:48 a.m. Yenny Paola propone escribir las palabras que han surgido desde las capacidades y potencialidades durante el proceso y los encuentros, también poemas y cuentos relacionados con la gestión del riesgo. La investigadora escribe mientras los demás proponen y aprueban. El piso se cubre con 26 palabras: relaciones, amor, respeto, conocimiento, unidad, liderazgo, trabajo en conjunto, creatividad, conciencia, talento, diversidad, diferencias, manejo, reconocimiento, entre otras. El viento hace volar algunos papeles, los pegan con cinta, pero Liam, el hijo de una de las lideresas, descubre cómo jugar con ellos.
11:03 a.m. William interviene para compartir sus sensaciones durante el proceso. Utiliza las palabras que hay en el piso. Recuerda la importancia del sentido común y de reconocer las capacidades del otro; dice que es un proceso social y comunitario que involucra instituciones públicas y privadas. Liam gatea y se detiene sobre la palabra “conciencia”. “Vamos a crear para generar conciencia… El arte como lenguaje común”, expresa William.
11:30 a.m. Mientras se reparte el refrigerio de panzerotti y jugo de guayaba, los 11 líderes rememoran los talentos que han surgido en los talleres, los mundos que quieren y sueñan. En este espacio, la artista Johana Andrea Gutiérrez Valencia, del colectivo Tejiendo Tactos, lidera la moderación y agrega 13 frases. Una: “Barcos que navegan entre quebradas y laderas”.
El líder Helmer Castañeda interviene y les pide a los compañeros enfocarse y concretar qué van a hacer porque están solo generando ideas. William retoma la moderación y les pregunta ¿cuáles son sus capacidades? ¿Cuáles se van a fortalecer como grupo? La libertad de participar está presente. Los líderes hablan de revistas, obras de teatro, cartillas, programas de radio, simulacros, juegos, concursos. Las ideas continúan, su objetivo es contar cómo aplican la gestión del riesgo desde la comunidad, cómo la han vivido en carne y hueso.
12:05 p.m. William pone en consideración dos variables: recursos y responsables. Así se enfocan en las habilidades que tienen, con qué elementos y tiempo cuentan, y las zonas donde viven para el desplazamiento. De ahí definen que harán un juego tipo escalera sobre conceptos de la gestión del riesgo, una intervención sonora que retome definiciones sobre este tema en sus barrios, una revista que sirva como ejercicio de memoria y un concurso de dibujo con niños de Villa Carola. Aclara que tienen cerca de $ 5 millones de pesos para elaborar las piezas y la logística. Se reparten las funciones y fechas de entrega. Eligen Whatsapp como medio de comunicación y coordinación. Definen fecha y lugar. Invitarán a sus vecinos, a instituciones de gestión del riesgo y educativas, además de organismos de socorro y autoridades locales.
12:30 p.m. Sindy Johana Carreño les lee el poema que escribió después de escuchar la discusión para definir los productos sobre la gestión del riesgo. Los compañeros la felicitan y aplauden y concluyen que deben trabajar en colectivo y compartir sus experiencias.
1:15 p.m. Organizan las mesas para compartir el almuerzo: tamal con gaseosa. Tres niños venezolanos llegan al sitio para resguardarse de la lluvia mientras esperan que inicie su práctica de fútbol. Los líderes los convidan.
2:20 p.m. Se escuchan los truenos de una tormenta, emprenden la caminata de unas 15 cuadras desde el Parque Villa Carola hasta la Institución Educativa Bosques de la Acuarela para reunirse con los miembros de la Escuela Territorial de Barrios de Ladera, de Medellín.
3:02 p.m. Se reúnen en la biblioteca donde Hendys Paola Guzmán Tenjo y Alejandro Ramírez Madrigal, de la Escuela Territorial, les comparten un contexto de por qué se habla de gestión del riesgo y cómo las comunidades son expertas en el conocimiento de su territorio. Recuerdan la importancia del diálogo entre saberes e ignorancias para identificar vulnerabilidades y saber cómo afrontarlas.
5:15 p.m. Finaliza la jornada. Varios líderes se han ido marchando durante la tarde porque viven en zonas alejadas, como Caimalito, a orillas del río Cauca. William les dice a los tres que permanecen que la gestión del riesgo es una apuesta por lo común sin importar el tamaño de la comunidad.
El proyecto
William Oswaldo Gaviria Gutiérrez, docente investigador de la Universidad de Manizales y miembro del Observatorio Psicosocial para la Gestión del Riesgo de Desastres, comenta que CuidArte es un proyecto de desarrollo social que tiene sus antecedentes en dos procesos previos con universidades británicas: Fortalecimiento de la resiliencia comunitaria en áreas volcánicas, que se trabajó en el 2014 en el Cerro Machín y en el Volcán Nevado del Ruiz con comunidades vecinas a la zona de influencia volcánica o que se habían visto afectadas por la erupción de 1985. El otro es IdenficArte, realizado con habitantes de Cazucá (Soacha), Pereira y Manizales que tuvieran doble afectación, es decir, desplazamiento forzado por el conflicto armado y residencia en zona de riesgo de desastres.
“El objetivo inicial era conocer las trayectorias de riesgo, después identificar cómo el arte puede ser una metodología, no solo para la recolección de información, sino para el empoderamiento comunitario”, explica William.
Con CuidArte, el arte de la gestión delriesgo, le apuestan alfortalecimiento comunitario e institucional. Lo desarrollan desde abril del 2019, trabajan con 60 líderes de Soacha, Pereira, Dosquebradas y Manizales. Su propósito es empoderar a las comunidades frente a la gestión del riesgo, aportar a la construcción de políticas públicas e intercambiar saberes.
Como resultado ofertaron un diplomado en gestión del riesgo comunitaria y artes, construyeron una red comunitaria vecinal y generaron productos de difusión de saberes sobre zonas vulnerables en sus territorios, derechos y deberes al vivir en sitios de riesgo, cómo actuar ante una emergencia, entre otros. Para febrero del 2020 esperan consolidar toda la experiencia en un paquete de aprendizaje para que estos elementos estén disponibles para los actores involucrados.
También se realizó un seminario institucional enfocado para 20 actores del Sistema Nacional para la Gestión de Riesgo y Desastres en Manizales, Pereira y Soacha (secretarías de Educación, de Desarrollo, Cruz Roja, Defensa Civil, Bomberos, entre otros organismos), en el que se revisó el papel de estas instituciones y su relación con la comunidad.
“El arte se toma como escenario de mediación, de construcción de conocimiento, de diálogo y ampliación de conciencias. Es un elemento transgresor, movilizador y delicado”, expresa el docente investigador William Oswaldo Gaviria Gutiérrez, quien explica que es más sencillo y efectivo llegarle a la comunidad con una caravana que visite las zonas de riesgo de un barrio, a presentar una microzonificación de riesgo de amenaza. “El líder sabe cuál es la alcantarilla que más se tapa, dónde hay deslizamientos o inundaciones, por ejemplo”. Sobre el diálogo con la comunidad, William añade que desde el Observatorio Psicosocial para la Gestión del Riesgo de Desastres defienden la autonomía comunitaria y motivan el intercambio de conocimientos sin imponer perspectivas, se trata de un diálogo de experticias. “El proyecto delimita, pero no limita. Los líderes son quienes toman las decisiones”.