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Balance macroeconómico 2020

Diciembre 21 del 2020

 

El balance macroeconómico 2020 para Colombia será claramente negativo causado por la pandemia covid-19 y su estrategia de Gran Cuarentena, que generó resultados inciertos en el freno de la curva de contagios y afectó fuertemente el tejido productivo con agravantes en variables socioeconómicas. Según el Fondo Monetario InternacionalFMI, la economía colombiana registrará un crecimiento del -8,2% este año, cifra bastante superior a la proyección mundial (-4,4%), dando señales de que la contracción y sus efectos agregados adversos están siendo fuertemente superiores en el país. Las últimas proyecciones de la OCDE registran una proyección similar, con una variación real del PIB de -8,3%, con una preocupante contracción de -7,6% en el consumo, -18,6% en inversión y -18,9% en las exportaciones. Y, según la Encuesta de Opinión Financiera para noviembre 2020 de Fedesarrollo, las expectativas de crecimiento son -7,1% para 2020.

Siguiendo las estadísticas del producto interno bruto-PIB del DANE, la tasa de crecimiento anual en el primer trimestre del año fue de 1,2%, en el segundo trimestre se evidenció el fuerte punto de inflexión con una tasa del -15,8%, periodo que concentró las estrictas medidas de confinamiento social y en el tercer trimestre de -9%, llevando a un promedio del año corrido de -7,9%. Independientemente de la cifra ganadora, de los 6 ciclos económicos identificados en los últimos 44 años, solo dos se catalogan como recesión: crisis financiera finales del siglo XX y la reciente coyuntura covid-19. Esta situación ha sido el resultado del efecto conjunto de contracción de oferta y demanda, sin embargo, los efectos sectoriales han sido diferenciados.

La menor demanda agregada se ha visto reflejada en un menor comportamiento en la variación de precios en la economía, alcanzando una tasa de inflación en el año corrido (enero-noviembre 2020) de 1,23%, que representa 2,31 puntos porcentuales menos al mismo periodo del año anterior, mostrando efectos conjuntos de subsidios públicos a bienes y servicios en algunos estratos socioeconómicos, las temporadas de descuentos especialmente en el penúltimo mes del año y la menor demanda por parte del sector privado y hogares por la oferta nacional. Esto se muestra indirectamente por el índice de confianza al consumidor que durante todo el 2020 ha estado en terreno negativo, con promedio rango entre -13% y -41%.

En forma sistémica, la contracción desde la demanda afecta la oferta, lo cual repercute en el uso de los factores de la producción. Efectivamente, uno de los efectos directos de esta coyuntura macroeconómica ha sido el incremento en el desempleo, que supera el 16% nacional y el 20% en algunas de las principales ciudades y áreas metropolitanas del país.

Este cóctel macroeconómico condiciona un 2020 con grave afectación en avances socioeconómicos de los últimos años y representa un nuevo escenario para una agenda económica de país, que, en la incertidumbre pandémica, seguirán marcando grandes retos que se desnudaron por efecto de la crisis como es la fragilidad del aparato productivo, el alto componente de informalidad y bajo valor agregado, la estructurante desigualdad y los empleos vulnerables con segmentos de población más afectados que otros.

Adicional a la receta macroeconómica tradicional de recuperación económica desde la expansión monetaria y fiscal (prestar atención a la ejecución efectiva de recursos por alcaldías y gobernaciones), la economía del país, desde una mirada de diversidad desde las regiones, necesita de otro tipo de medidas frente a la existencia de heterogeneidad entre actividades económicas que marcan ritmos diferentes de reactivación. Desde diversas instancias se ha subrayado la necesidad del enfoque sectorial y, en este sentido, se requiere que las fuerzas vivas (sector público, privado e institucional) diferencien entre la simple reapertura de actividades económicas y un proceso coordinado de reactivación económica. La primera es una etapa de normalización con protocolos de bioseguridad. La segunda debería ser una estrategia agresiva, activa y articulada de actores. En esta segunda, el músculo fiscal en las regiones es limitado y por eso demanda acciones de grupo enfocadas en el corto plazo como por ejemplo políticas activas de empleo que ataquen la intermediación laboral informal (más del 65% de las personas buscan empleos por medio de familiares y amigos), faciliten el encuentro entre la oferta y la demanda laboral con planes de capacitación y habilidades laborales, gestionen nuevos espacios de dinamización económica (ferias, eventos, campañas comerciales y programas de proveeduría) y garanticen que los programas de fortalecimiento empresarial tengan medición de impacto frente a indicadores de crecimiento y generación de empleo.

 

Publicado originalmente en La Patria Manizales, en diciembre 21 del 2020. Enlace de la publicación original.

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